por Gabriela Calderón de
Burgos
¿Por qué políticas públicas de
comprobado fracaso siguen siendo populares? Una respuesta novedosa es aportada
por la psicología evolutiva. Leda Cosmides y John Tooby de
la Universidad de California en Santa Barbara lideran un centro de
investigaciones que trata de comprender cómo ha evolucionado la mente humana.
Los dos expertos, que recientemente visitaron Galápagos para participar en una
reunión de la Sociedad Mont Pelerin, han llegado a la conclusión que seguimos
pensando como cazadores-recolectores en un mundo moderno.1
Cuando los seres humanos
vivían en sociedades de cazadores-recolectores (25-50 miembros), les convenía
una serie de comportamientos que en una sociedad moderna son evidentemente
contraproducentes. Por ejemplo, a los cazadores-recolectores les convenía
centralizar la carne obtenida en las cacerías dado que no tenían tecnología
para almacenarla, y conseguir la carne dependía mucho de la suerte que tenga cada
cazador-recolector. Además, como todos sabían que de vez en cuando tenían una
mala racha, podían “comprar” algo de carne para los días de “mala suerte”
sacrificando un poco de carne en los días de “abundancia”. Aquellos que se
esforzaban menos porque igual iban a obtener la misma cantidad de carne que los
que trabajan más podían ser monitoreados de cerca y castigados si intentaban
aprovecharse del trabajo de otros.
De la misma forma, el control
de alquileres tiene sentido para nuestras mentes de cazadores-recolectores:
Si un individuo es víctima de mala suerte, aquellos que tienen recursos de más
—los propietarios de las viviendas— deberían compartir con los más necesitados
y se debe utilizar la fuerza del Estado para castigar a los propietarios que violan
esta regla de distribución.
Pero ya no vivimos en
sociedades de pequeños clanes. El contexto ha cambiado radicalmente en un
periodo muy breve de la historia de la raza humana. Ahora vivimos en sociedades
donde nos relacionamos con un sinnúmero de personas anónimas.
En este contexto moderno,
¿realmente ayuda el control de alquileres a los que no tienen vivienda? Resulta
que el control de alquileres tiene efectos secundarios no intencionados:
desalienta la construcción de viviendas de alquiler y alienta a los
propietarios de las viviendas existentes a evitar ofrecerlas en el mercado. La
consecuencia es que se reduce o estanca la oferta de viviendas de alquiler y se
disparan los precios de aquellas unidades ofertadas en el mercado negro.
No obstante, apoyar el control
de alquileres hace que nosotros con nuestras mentes de cazadores-recolectores
nos sintamos bien, aún cuando esta política esté perjudicando a los más
necesitados.
Sin embargo, no estamos
condenados a vivir como cazadores-recolectores desorientados en un mundo
moderno. Desde Adam Smith, los economistas han comprendido que el
intercambio voluntario entre individuos que buscan promover su propio bienestar
y el de sus seres queridos, fomenta de manera sistemática —aunque no
intencional— el bienestar social. Instituciones modernas como el dinero, los
contratos y los derechos de propiedad privada permiten que individuos alrededor
del mundo ya no dependan de una pequeña banda para sobrevivir, sino de una
amplia red de desconocidos en los cuales confían para un sinnúmero de productos
y servicios que hoy consideramos esenciales.
Pero lo que los economistas
han comprendido, nuestras mentes no están diseñadas para reconocerlo de manera
intuitiva. Por eso es de suma importancia domar nuestro cazador-recolector
interno con una educación básica en economía.
Gabriela
Calderón es editora de ElCato.org,
investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
Este artículo fue publicado
originalmente en El Universo (Ecuador) el 5
de julio de 2013.
Referencia:
1. Cosmides, Leda. “Evolutionary Psychology,
Moral Heurestics, and the Law”. Heuristics and the Law. 2006. Dahlem
Workshop, Reporte 94. MIT Press, Cambridge, MA.
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